El cambio de estación de invierno a primavera puede traer consigo dificultad para conciliar el sueño sin ninguna razón aparente. Todos los años cuando llegan estas fechas lo notas y te preguntas por qué te pasa y cómo puedes abordarlo.
Lo primero es entender los motivos por los que aparecen estos trastornos del sueño en esta época del año. Aunque no hay evidencias exactas, se cree que pueden estar relacionadas con los cambios climatológicos que trae consigo la primavera como el aumento de la intensidad lumínica, el incremento de temperaturas y horas de sol, la variación en los niveles de humedad y presión atmosférica o la aparición de determinadas alergias.
El hecho de tener más horas de luz tiene un efecto directo sobre los biorritmos del cuerpo. El cuerpo se mantiene más activo cuando es de día. Si a esto le sumamos la hora de más debido al cambio de hora, hace que la noche llegue más tarde y por ello nos cueste más conciliar el sueño. El aumento de la temperatura también influye. Al tener más calor, el cuerpo debe aclimatarse y en muchos casos es más difícil conciliar el sueño y descansar. La primavera es más seca que el invierno y nuestro organismo nota la variación en los niveles de humedad y presión atmosférica.
Por último, en el caso de las personas que sufren alergia al polen, las vías respiratorias se taponan y no les permite respirar adecuadamente. Esto hace que sea aún más difícil dormir y descansar.
El sueño es esencial para la vida y cualquier alteración tiene repercusiones físicas y psicológicas. No olvidemos que en el caso que estamos abordando se trata de un trastorno temporal, pero que dependiendo de cada persona puede alargarse más o menos. En este sentido, es importante tener en cuenta una serie de consejos para evitar que el “insomnio primaveral” nos afecte más de lo necesario.
• Seguir unas pautas de higiene del sueño.
• Mantener unos horarios regulares de sueño/vigilia. Dormir las horas necesarias. Crear un ambiente agradable, relajar cuerpo y mente antes de dormir.
• Realizar ejercicio físico moderado. Se recomienda de media a una hora de ejercicio diario. Pasear, nadar, bailar, montar en bicicleta o hacer yoga son opciones al alcance de todos. Hay que aprovechar las horas de luz natural para salir a tomar el aire y el sol.
• Seguir una dieta equilibrada y variada. Rica en frutas y verduras, que se pueden combinar con arroz, pasta, legumbres y patatas, o acompañar a los platos con carne, pescado y huevos.
• Mantener un horario fijo para las comidas. Se recomienda repartirlas en cinco tomas si pasan más de cuatro horas de una a otra. Entre horas es mejor consumir alimentos ricos en vitaminas y minerales como frutas, zumos de hortalizas o yogures.
• Es importante no saltarse el desayuno, que debe ser completo para que aporte la energía suficiente para mantener el ritmo de la mañana.
• Evitar sustancias estimulantes como el alcohol, el tabaco y las bebidas excitantes, como el café y el té, que pueden sustituirse por infusiones o equivalentes sin cafeína.
• Hidratación correcta. Consumir una cantidad suficiente de agua al día. Siempre se puede sustituir o complementar con infusiones, zumos y caldos.
Si los trastornos persisten y crees necesitar ayuda complementaria, te recomendamos como siempre acudir a tu farmacia más cercana y recibirás el consejo adecuado.
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