Los dos tipos de cáncer de piel más comunes, el carcinoma basocelular y el carcinoma espinocelular, tienen altas probabilidades de curación, pero pueden causar desfiguración y ser costosos de tratar. El melanoma, el tercer tipo de cáncer de piel más común, es más peligroso y el 90% de las muertes producidas por el cáncer de piel son debidas a este tipo de cáncer.
Un cambio en la piel es el signo más común de cáncer de piel. Estos cambios pueden ser una lesión nueva, una llaga que no cicatriza o un cambio en un lunar. No todos los cánceres de piel se ven iguales.
En general, las medidas profilácticas tienen una especial relevancia en el cáncer de piel, mayor si cabe respecto a otros tipos de tumores. Dado que uno de los principales factores de riesgo asociados a la aparición del cáncer de piel es la exposición a la radiación UV de la luz solar (en particular la UVB), la limitación de este factor representa una de las principales estrategias a nivel de prevención. Éstas deberán enfocarse hacia una exposición segura a la radiación, tanto en su dosis acumulativa como en la prevención de quemaduras solares, especialmente en la infancia y la adolescencia (los niños menores de 6 meses de edad no deben exponerse a la radiación UV), pues la mayoría de los cánceres de piel probablemente son causados por exposiciones que han tenido lugar muchos años antes.
El grado de exposición a la luz UV que una persona recibe depende de la intensidad de los rayos, del tiempo de exposición cutánea y de si la piel ha estado protegida con ropa o filtros solares.
Los protectores solares son agentes que ayudan a prevenir que los rayos ultravioletas (UV) lleguen a la piel. Existen dos tipos de radiación ultravioleta, los rayos UVA y los rayos UVB, los cuales causan daños a la piel y aumentan el riesgo de cáncer de piel. La luz UVB es la principal causa de las quemaduras por el sol, mientras que los rayos UVA penetran en la piel más profundamente, se asocian con las arrugas, la pérdida de la elasticidad y otros efectos del fotoenvejecimiento.
A la hora de elegir un protector solar hay que tener en cuenta diferentes factores, tales como el fototipo, la edad y el tipo de piel, así como los hábitos de exposición.
La mayoría de los filtros solares con un FPS de 15 o mayor, hacen un excelente trabajo de protección contra los rayos UVB. FPS (Factor de Protección Solar) es la medida de capacidad que tiene un bloqueador solar para evitar que los rayos UVB dañen la piel. Así es como funciona: si tu piel sin protección tarda 20 minutos para empezar a ponerse roja, al utilizar un protector solar con un FPS de 15 previene el enrojecimiento teóricamente 15 veces más – alrededor de cinco horas.
Otra forma de verlo es en términos de porcentajes: un FPS 15 bloquea aproximadamente el 93 por ciento de todos los rayos UVB. Un FPS 30 bloquea el 97 por ciento, y un FPS 50 bloquea el 99 por ciento.
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