Subida de temperaturas, mayor cantidad de luz, sol que calienta con más fuerza, plantas que florecen… La primavera es sinónimo de vitalidad, salvo para las personas con alergia al polen de gramíneas, que comprueban cómo estos meses su día a día se vuelve más incómodo. Estornudos, picor nasal, mucosidad generalmente acuosa y congestión o taponamiento nasal, y enrojecimiento y picor ocular son algunos de los síntomas con los que los alérgicos a este tipo de polen tienen que convivir entre los meses de marzo y junio.
Sin embargo, esta primavera será leve, en casi toda la geografía española, para los alérgicos a pólenes de gramíneas, según los datos presentados por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). ¿El motivo? La falta de lluvias en este otoño e invierno hace prever que esta primavera cuente con unos niveles de este tipo de pólenes más bajos de lo habitual, lo que contribuirá a una disminución de los síntomas alérgicos en las personas afectadas.
A largo plazo, las precipitaciones favorecen el crecimiento de todas las plantas, especialmente de las gramíneas, lo que trae consigo un mayor desarrollo y un incremento en la producción de pólenes que, en el momento de floración, se dispersan por la atmósfera y, como consecuencia, aumentan los síntomas en los alérgicos. Pero, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), este invierno ha sido el segundo más seco en España en los últimos 60 años después del de 2012, registrándose únicamente 98 litros por metro cuadrado. Además, ha sido precedido de un otoño seco.
Por el contrario, a corto plazo, la lluvia humedece los pólenes que hay flotando en la atmósfera, aumentando su peso y favoreciendo su depósito en el suelo impidiendo que puedan penetrar en las vías respiratorias, lo cual disminuye los síntomas de los alérgicos cuando está lloviendo. Así ha sucedido el pasado mes de marzo.
Desde la SEAIC explican que las gramíneas son, junto con el olivo (Olea), las especies más alérgicas en nuestro país. En concreto, citan las gramíneas de crecimiento espontáneo: Trisetum, Dactylis y otras muchas “malas hierbas” que crecen en los bordes de las carreteras, campos de cultivo, descampados y praderas. Los alergólogos también cuentan que la sensibilización a gramíneas abunda en prácticamente toda la península, a excepción del litoral Mediterráneo.
A mayor concentración de granos de polen por metro cúbico de aire, más probabilidad de experimentar síntomas alérgicos y más intensos, aunque existe cierta variabilidad según la susceptibilidad individual de cada persona. Esto sirve para entender los siguientes datos por zona geográfica expuestos por la SEAIC para 2022:
Ahora que las mascarillas para reducir el contagio del SARS-CoV-2, que provoca COVID-19, han dejado de ser obligatorias tanto en espacios exteriores como en interiores, se plantea un nuevo escenario para los alérgicos al polen.
¿Conviene seguir usándolas al aire libre? Los miembros de la SEAIC recuerdan que la mascarilla autofiltrante tipo FFP2 o FFP3 homologada para los alérgicos es especialmente útil en aquellas zonas donde se producen de manera habitual niveles muy elevados de pólenes, debido a la abundancia de determinadas plantas en esa zona. Esto ocurre en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza y Valladolid, en los meses de marzo y abril, por el plátano de sombra; en provincias como Jaén, en mayo y junio, por la polinización del olivo; y en Cáceres y Badajoz, en esas mismas fechas, por las gramíneas.
Además de las mascarillas, existen algunas medidas que mejoran la calidad de vida en caso de alergia al polen:
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