Dormir de manera adecuada es tan necesario como alimentarse o respirar, y tiene un papel fundamental en la recuperación del organismo, en especial del cerebro, ya que nos ayuda a procesar los pensamientos y almacenar los recuerdos.
La falta de sueño reparador y de calidad puede tener consecuencias importantes en nuestra salud: disminuye la concentración y la capacidad de pensar con claridad, y aumenta el cansancio, la irritabilidad y la ansiedad. Todo esto incide negativamente en el rendimiento escolar o laboral, aumentando las posibilidades de cometer errores, el riesgo de accidentes laborales o de tráfico. Además, si la falta de sueño se mantiene en el tiempo, aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares o diabetes, entre otras.
Sin embargo, los beneficios de dormir bien son indiscutibles e incluyen mejorar la memoria y la concentración, ayuda al buen funcionamiento del sistema inmunitario, proteger el corazón y reducir la depresión.
La falta de sueño de calidad puede deberse a factores higiénicos, como malos hábitos que dificultan conciliar y mantener el sueño, o a trastornos específicos que impiden el descanso, como el insomnio, la apnea del sueño, el síndrome de piernas inquietas, el sonambulismo, los terrores nocturnos o los ronquidos.
Las horas necesarias para tener un sueño reparador van cambiando con la edad y varían de una persona a otra. Según el consenso alcanzado entre la National Sleep Foundation y la American Academy of Sleep Medicine (AASM) de Estados Unidos, la cantidad de horas diarias recomendadas para un buen sueño serían las siguientes:
Por lo tanto, dormir menos de las horas que corresponde según la edad, podría considerarse falta de sueño y tener consecuencias negativas en la salud si se mantiene en el tiempo.
La falta de sueño, tanto en cantidad como en calidad, puede tener efectos negativos en la salud y aumentar el riesgo de desarrollar algunas enfermedades, entre las que se encuentran las siguientes:
Obesidad. Varias investigaciones han demostrado que la falta de sueño se relaciona con un exceso de peso corporal y causa cambios metabólicos similares a los que experimentan las personas con obesidad. La principal hipótesis sugiere que el sueño inadecuado podría causar cambios en el hipotálamo, zona del cerebro que regula el apetito y el gasto energético.
Diabetes. Las personas que duermen menos de 6 horas diarias tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Esto se debe a que la falta de sueño eleva los niveles de cortisol y de la hormona del crecimiento, que interfieren en el funcionamiento de la insulina. Asimismo, dormir poco eleva los niveles de sustancias que aumentan la resistencia a la insulina, como el TNF-alpha, la interleucina-6 y la proteína C-reactiva.
Enfermedades cardiovasculares. El déficit de sueño causado por trastornos como la apnea del sueño aumenta el riesgo de hipertensión, enfermedad cardiaca, arritmias y accidentes cerebrovasculares.
Trastornos del estado de ánimo. Cuando la falta de sueño es transitoria puede causar, entre otras cosas, irritabilidad, cansancio y cambios de humor. Si la situación se mantiene en el tiempo o incluso se cronifica, aumenta el riesgo de estrés, ansiedad y depresión. En los casos más graves se pueden desencadenar cuadros psicóticos y aumentar la sintomatología en personas que ya sufren trastornos mentales.
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