Los alentadores resultados obtenidos con un nuevo anticuerpo monoclonal podrían cambiar, en el futuro próximo, el tratamiento del alzhéimer y llevar esperanza a cientos de miles de personas afectadas por esta enfermedad en todo el mundo.
Con motivo del Día Mundial del Alzhéimer, que se celebra el 21 de septiembre, vamos a repasar en qué punto se encuentra el tratamiento del alzhéimer y cuáles son los nuevos fármacos en desarrollo.
El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por la aparición de lesiones causadas por la acumulación de placas de proteína beta-amiloide y de ovillos neurofibrilares de proteína Tau en el cerebro.
Estas lesiones se inician habitualmente en el hipocampo, que es clave para el aprendizaje y la formación de nuevos recuerdos; de ahí que esta enfermedad cause la pérdida progresiva de la memoria. Las lesiones se extienden a otras áreas cerebrales en un patrón predecible y pueden aparecer hasta 15 o 20 años antes de que surjan los primeros síntomas.
Además de las características neuropatológicas comunes de la enfermedad de Alzheimer, en algunos pacientes también se detectan lesiones vasculares que podrían tener un papel clave en la aparición de los síntomas clínicos de esta demencia.
Aunque se desconocen las causas exactas de este proceso neuropatológico, cada vez se sabe más sobre el alzhéimer y los factores de riesgo, y se estima que solo en un pequeño porcentaje de los casos influyen los factores genéticos.
Otros factores de riesgo conocidos son la edad; los trastornos metabólicos y cardiovasculares, como la hipertensión, la hipercolesterolemia, la obesidad y la diabetes; el tabaquismo; y aspectos relacionados con el estilo de vida, como la nutrición, la actividad física, la actividad cognitiva o social. Asimismo, algunos factores ambientales, como la contaminación, o la calidad del sueño podrían influir en la enfermedad.
Para saber más sobre la enfermedad de Alzheimer, los signos de alarma y la importancia de la detección, consulta el artículo Alzheimer: las 10 señales más comunes.
No existe un tratamiento curativo para la enfermedad de Alzheimer y las opciones disponibles se centran en mejorar la sintomatología y retrasar su evolución, en la medida de lo posible. Los medicamentos utilizados incluyen los inhibidores de la colinesterasa y la memantina.
Sin embargo, el desarrollo de un nuevo tipo de medicamentos para el alzhéimer, los anticuerpos monoclonales, capaces de eliminar las placas de proteína beta-amiloide, podría cambiar radicalmente el pronóstico de la enfermedad.
En 2021, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó el uso de aducanumab, el primer anticuerpo monoclonal frente al alzhéimer. Este fármaco para el alzhéimer aseguraba eliminar en gran medida las placas de proteína beta-amiloide; sin embargo, la aprobación se vio empañada por diversas irregularidades, una poco clara evidencia clínica y la aparición de efectos adversos graves, lo que ha hecho que apenas sea prescrito.
A principios de 2023, la FDA aprobó otro anticuerpo monoclonal, lecanemab, capaz de eliminar placas de proteína beta-amiloide y reducir el deterioro cognitivo en personas con alzhéimer en etapa inicial.
Y a mediados de 2023 ha llegado donanemab, el último anticuerpo monoclonal en estudio, pendiente de aprobación por parte de la FDA, que ha ofrecido resultados prometedores en la eliminación de las placas de proteína beta-amiloide, también en pacientes en etapa inicial de la enfermedad y con deterioro cognitivo leve.
De momento, ninguno de estos medicamentos está aprobado en Europa, pero podrían marcar el inicio de una nueva etapa en el tratamiento del alzhéimer, pero también presentan algunos retos importantes, como la necesidad de detectar la enfermedad de manera precoz para que los pacientes puedan beneficiarse y la aparición de efectos adversos potencialmente graves.
La destrucción de las placas de proteína beta-amiloide no es el único enfoque farmacológico que se está investigando. También se están realizando estudios con medicamentos para el alzhéimer que parecen restablecer la comunicación entre las neuronas, reducen la acumulación de las placas de proteína beta-amiloide o evitan la formación de ovillos neurofibrilares de proteína Tau en el cerebro.
Asimismo, se está estudiando cómo se puede reducir la inflamación neuronal que se produce en el alzhéimer, la posible relación entre la insulina y la función de las neuronas, y la manera de actuar sobre factores de riesgo cardiovasculares que puedan estar implicados en esta demencia.
Si bien queda un largo camino que recorrer para obtener una cura para esta enfermedad, los investigadores están dando pasos de gigante que, en un futuro próximo, pueden cambiar el panorama terapéutico de una enfermedad que afecta a una de cada 10 personas mayores de 65 años.
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