Los antihistamínicos, empleados para controlar los síntomas de la alergia, actúan bloqueando la histamina, sustancia que se libera en una reacción alérgica.
Cuando la histamina es liberada por el sistema inmunitario ante la presencia de un alérgeno, como el polen, puede provocar síntomas como tos, estornudos y lagrimeo.
A pesar de sus beneficios en el control de la alergia, algunos antihistamínicos pueden producir efectos secundarios, entre los que se encuentran el aumento del apetito y la somnolencia, ya que la histamina es una sustancia que también tiene un papel destacado en la regulación de los ciclos del sueño y en la secreción de jugos gástricos.
Existen tres tipos o generaciones de antihistamínicos:
Antihistamínicos de primera generación. Son los primeros que aparecieron, tienen una eficacia aceptable, pero no están exentos de efectos secundarios, como somnolencia, sedación, sequedad bucal o visión borrosa. Entre estos antihistamínicos se encuentran:
Antihistamínicos de segunda generación. Son más selectivos para los receptores H1 periféricos de la histamina y no tanto para los receptores colinérgicos e histaminérgicos del sistema nervioso central. No atraviesan la barrera hematoencefálica y por eso tienen menos efectos secundarios. Los más utilizados son:
Antihistamínicos de tercera generación. Son derivados de los de segunda generación e incluyen los siguientes:
No todos los antihistamínicos engordan. Los de primera generación son los que más favorecen un aumento del apetito, ya que, al atravesar la barrera hematoencefálica, llegan hasta el sistema nervioso central y producen este efecto no deseado, además de somnolencia.
Los antihistamínicos de primera generación pueden aumentar el apetito cuando actúan en los receptores H1 de la histamina en el sistema nervioso central. También pueden inhibir la serotonina, lo que hace que se estimule el apetito. Los compuestos que actúan de forma conjunta sobre la histamina y la serotonina son la ciproheptadina o el pizotifeno.
Por su parte, los antihistamínicos de segunda generación, como no atraviesan la barrera hematoencefálica, no llegan al sistema nervioso central, por lo que el apetito no se ve alterado.
El aumento del apetito asociado a los antihistamínicos se centra en la acción sobre el receptor H1 de la histamina. Los antihistamínicos de segunda generación han conseguido eliminar este efecto no deseado, por lo que su uso puede ayudar a controlar el hambre.
La prescripción de los antihistamínicos es valorada por cada profesional sanitario. Los hay que necesitan receta médica y otros que se pueden adquirir sin ella en las farmacias. No obstante, es importante que consultes a tu médico para que te aconseje cuál es el antihistamínico más adecuado para tu situación y nunca debes tomarlos sin supervisión por el profesional sanitario.
Entre los antihistamínicos más empleados se encuentran:
Fuente:
Consulta a tu farmacéutico.
Tu farmacia y tu farmacéutico de confianza siempre cerca y disponibles para ti.
#palabradefarmacia
y recibe un 5% de descuento en tu próximo pedido.
¡y mucho mas!