La erupción polimorfa lumínica, también conocida como "erupción polimórfica lumínica", es un sarpullido en la piel que se produce a raíz de la exposición al sol en las personas que tienen sensibilidad a la luz del sol. En general, la erupción aparece en forma de pequeñas ronchas o manchas rojizas con un ligero relieve en la piel.
Ocurre con mayor frecuencia durante la primavera y al principio del verano, cuando aumenta la exposición al sol de las personas. La repetición de los episodios es menos probable a medida que avanza el verano. Sin embargo, la erupción suele volver a aparecer todos los años después del primer episodio.
En general, la erupción polimorfa lumínica desaparece sola sin dejar cicatrices en un período de 10 días. Las personas con erupciones persistentes o graves pueden necesitar tratamiento.
Más allá de la estética, este tipo de alergia provoca picor y dolor, y, en el peor de los casos, puede estar relacionada con una patología autoinmune. Por eso, es recomendable su diagnóstico, así como la aplicación de un tratamiento adecuado. Aquí te contamos todo lo que necesitas saber sobre esta alergia.
No se comprende bien la causa exacta de la erupción polimorfa lumínica. La erupción cutánea aparece en personas que padecen sensibilidad a componentes de la luz solar y, en especial, a la radiación ultravioleta del sol u otras fuentes, como camas solares o lámparas de bronceado. Este tipo de sensibilidad se denomina "fotosensibilidad" y genera actividad del sistema inmunitario que produce una erupción cutánea.
Si bien cualquiera puede presentar la erupción polimorfa lumínica, hay muchos factores vinculados a un mayor riesgo de padecer esta enfermedad, entre ellos los siguientes:
• Ser mujer
• Tener el primer episodio durante la adolescencia o entre los veinte y los treinta años
• Tener la piel clara y vivir en regiones norteñas
• Tener antecedentes familiares de esta enfermedad
• La exposición a ciertas sustancias. Algunos síntomas de alergia cutánea se desencadenan cuando la piel se expone a una sustancia y luego a la luz del sol. Las sustancias que ocasionan con frecuencia este tipo de reacción son las fragancias, los desinfectantes e incluso algunas sustancias químicas utilizadas en los protectores solares.
• El consumo de ciertos medicamentos. Algunos medicamentos pueden acelerar el proceso de quemadura solar en la piel, como los antibióticos tetraciclínicos, los medicamentos con sulfamidas y los analgésicos tales como el ketoprofeno.
• Padecer otra enfermedad de la piel. La dermatitis aumenta el riesgo de padecer alergia al sol.
• Tener familiares consanguíneos que tengan alergia al sol. Eres más propenso a tener alergia al sol si tienes un hermano o padre con alergia al sol.
Si tienes una alergia al sol o una mayor sensibilidad al sol, puedes ayudar a prevenir una reacción con los siguientes pasos:
• Evita el sol durante las horas pico. Intenta mantenerte fuera del sol entre las 10 a.m. y las 4 p.m.
• Evita la exposición repentina a mucha luz solar. Muchas personas tienen síntomas de alergia al sol cuando están expuestas a más luz solar en la primavera o el verano. Aumenta gradualmente la cantidad de tiempo que pasas al aire libre para que las células de tu piel tengan tiempo de adaptarse a la luz solar.
• Utiliza gafas de sol y ropa protectora. Las camisas de manga larga y los sombreros de ala ancha pueden ayudar a proteger tu piel de la exposición al sol. Evita las telas que son delgadas o que tienen un tejido suelto; los rayos UV puedan pasar a través de ellas.
• Usa protector solar. Usa un protector solar de amplio espectro con un FPS de al menos 30. Aplica el protector solar generosamente y vuelve a aplicarlo cada dos horas, o más a menudo si estás nadando o sudando.
• Evita los desencadenantes conocidos. Si sabes que una determinada sustancia provoca la reacción de tu piel, como un medicamento o el contacto con la chirivía o las limas silvestres, evita ese desencadenante.
En conclusión, la causa más frecuente de alergia al sol es la erupción polimorfa lumínica. Se trata de una enfermedad no grave pero que suele repetirse cada año. Para prevenirla es fundamental la protección solar (UVB y UVA), no solo con crema sino también con gorros, camisas, etc. En algunos casos se necesita tratamiento más específico, para lo cual es recomendable acudir a un dermatólogo.
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