El cáncer de mama es el tumor más frecuente en las mujeres. Según la Asociación Española contra el Cáncer, el riesgo de padecer la enfermedad a lo largo de la vida es del 14 %, por lo que se estima que 1 de cada 7 mujeres desarrollará este tumor.
El 19 de octubre se celebra el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, cuyo objetivo es que la población adquiera un mayor conocimiento de la enfermedad para poder reconocerla de forma precoz y detectarla a tiempo. Este año la información se centra en los biomarcadores, que han cambiado el abordaje del cáncer de mama y lo acercan a la Medicina de Precisión.
El cáncer de mama se produce por proliferación acelerada e incontrolada de células del epitelio glandular de la mama. La acumulación de mutaciones permiten a la célula evadir los mecanismos de control de división celular. Estas pueden diseminarse e infiltrarse por todo el cuerpo bien por la sangre o por los vasos linfáticos. Se trata de una adenocarcinoma: tumor procedente de glándulas.
El cáncer de mama no es solo una enfermedad de mujeres. También puede aparecer en los hombres, aunque en estos casos el porcentaje se reduce al 1 %.
Entre los signos y síntomas del cáncer de mama se encuentran los siguientes:
Ante una sospecha de cáncer de mama, determinada por la autoexploración o por una mamografía rutinaria, existen distintas pruebas dependiendo del tipo de cáncer, los signos y síntomas, edad, estado de salud y resultados de pruebas anteriores como analíticas de biomarcadores tumorales.
Entre las pruebas que más se emplean en el diagnóstico del cáncer de mama se encuentran:
Conocer la presencia o no de receptores hormonales (receptor de estrógeno y receptor de progesterona), de la proteína HER2 y el índice de proliferación (Ki67) son elementos clave para conocer el tipo de cáncer de mama. Se clasifican molecularmente en:
Los dos primeros tumores son los más frecuentes y suponen en torno al 66 % de los nuevos diagnósticos. Por su parte, los HER2 suponen un 25 %, mientras que el triple negativo es el de menor incidencia, un 15 %.
El tratamiento del cáncer de mama se debe establecer de forma individualizada, teniendo en cuenta las características del tumor y de la paciente. Los avances que se han producido en este campo han ampliado el arsenal terapéutico, lo que ha hecho que cada vez los tratamientos sean más dirigidos, más eficaces y con menos efectos adversos.
El tratamiento del cáncer de mama incluye la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia, la inmunoterapia, las terapias dirigidas, etcétera.
En la quimioterapia se emplean fármacos para detener el crecimiento de las células tumorales, eliminándolas o evitando que se dividan. Los quimioterápicos no hacen distinción entre células tumorales y no tumorales. Se administra de forma intravenosa, aunque algunos están disponibles por vía oral.
Radioterapia. Por medio de la administración localizada de radiación se destruyen las células tumorales y no tumorales, o se detiene su crecimiento.
Hormonoterapia. Los cánceres de mama que expresan receptores hormonales crecen por la acción de las hormonas. Los principales tratamientos hormonales son el tamoxifeno, los inhibidores de la aromatasa o los agonistas de la hormona luteinizante (LHRH).
Terapias dirigidas. Son las que identifican y atacan específicamente células tumorales sin dañar las células normales. Las más empleadas en cáncer de mama son:
Inmunoterapia. Emplea el sistema inmune del propio paciente para luchar contra el cáncer utilizando sustancias del propio organismo o creadas en el laboratorio para restaurar el sistema inmune del paciente. De momento, solo está aprobado atezolizumab en el tratamiento del cáncer de mama avanzado.
En la prevención del cáncer de mama intervienen varios factores, entre los que destacan llevar un estilo de vida saludable, evitar la obesidad, fomentar el ejercicio físico, desterrar el hábito tabáquico y reducir la ingesta de alcohol.
Es necesario tener en cuenta que hay factores genéticos en los que no se puede intervenir con hábitos de vida saludable. Para estos es imprescindible una detección precoz y autoexploración.
La autoexploración y los programas de cribado del cáncer de mama son claves para una detección y abordaje precoz de la enfermedad.
Desde hace años, está implantado el cribado del cáncer de mama en las distintas comunidades autónomas, dirigido a mujeres con edades comprendidas entre los 50 y 69 años. El programa consiste en la realización de una mamografía cada dos años en mujeres asintomáticas. Se canaliza a través de las comunidades autónomas.
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