La diarrea en niños es uno de los motivos de consulta más frecuentes en Pediatría y un motivo importante de preocupación entre los padres. También denominada gastroenteritis, se trata de un aumento de las deposiciones o cambio en las características de las heces (ya sea en consistencia como en color u olor) debido a una inflamación del estómago y los intestinos.
Se habla de diarrea aguda cuando la duración es igual o inferior a 7 días; diarrea prolongada, cuando dura entre 8 y 13 días, y diarrea crónica cuando es superior a 2 semanas.
No obstante, en ocasiones es difícil determinar si un niño tiene o no diarrea, ya que el volumen y frecuencia de las heces puede variar de uno a otro, de la edad y del tipo de alimentación, entre otros factores.
Los recién nacidos, por ejemplo, tienen un número muy elevado de deposiciones semilíquidas (entre 8 y 10 diarias), lo cual entra dentro de la normalidad.
Además del aumento de las deposiciones, la diarrea puede ir acompañada por otros síntomas, como dolor abdominal, fiebre, vómitos, gases y deshidratación.
La mayoría de los casos de diarrea en niños se deben a virus, bacterias y parásitos. En el apartado de virus, el rotavirus es responsable del 80 % de los casos de diarrea en menores de 2 años, mientras que entre las bacterias, la Campylobacter jejuni y la Salmonella spp. están en el origen de la mayoría de los casos en los mayores de 5 años.
La transmisión se produce principalmente por vía fecal-oral por las manos contaminadas, de ahí que sea importante mantener limpios los juguetes y las superficies que tocan los niños.
La deshidratación causada por las deposiciones y vómitos es la complicación más frecuente de la diarrea en niños y los signos habituales son:
Por ello, en caso de diarrea es importante evitar la deshidratación aumentando el número de tomas en el caso de lactancia materna y la administración de líquidos, entre los que pueden ser necesarias las soluciones de rehidratación oral.
Junto a la hidratación, es importante iniciar la realimentación en cuanto sea posible con una dieta normal y administrar tratamiento farmacológico solo si ha sido prescrito por el médico.
El objetivo de la rehidratación oral es restituir el agua y las sales perdidas, y puede ser muy útil para evitar la deshidratación durante las primeras horas del episodio diarreico. De hecho, diversos estudios auspiciados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) han demostrado su eficacia, si bien no influye en su duración o en el volumen de las heces.
Estas soluciones suelen estar compuestas de glucosa, sodio, potasio, cloruros y bicarbonatos o citratos que se disuelven en agua.
El ayuno prolongado no es beneficioso para el niño con diarrea, ya que impide la recuperación de la mucosa intestinal y de la capacidad enzimática, así como la activación de los mecanismos de reabsorción electrolítica.
Aunque el niño no tenga apetito, es importante ofrecerle pequeñas cantidades de alimento con frecuencia, de manera que se pueda iniciar la realimentación cuanto antes.
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