En 2022 se redujo el consumo de carne en España un 12,7 %, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Este hecho se debe a que el precio medio de la carne ha aumentado un 8,4 % frente a 2021.
Más del 70,6 % de los kilos de carne que se consumen en los hogares españoles son de carne fresca, mientras que el porcentaje de la transformada se sitúa en 27,0 % -jamón curado y paleta, lomo embuchado normal e ibérico, chorizos, salchichón y salami, fuet y longanizas, jamón cocido, paleta cocida y fiambres, entre otros tipos de carne transformada-.
En una dieta sana y equilibrada, este porcentaje debería reducirse aún más, ya que la disminución del consumo de carne procesada se relaciona con un menor riesgo cardiovascular, tal y como se desprende de un estudio llevado a cabo en el Centro Alemán de Investigación de la Diabetes.
Concretamente, las personas que sustituyeron en su dieta 50 gramos de carne procesada, entre las que se encuentran los embutidos, las hamburguesas y las salchichas, por entre 28 y 50 gramos de frutos secos, fundamentalmente nueces, o legumbres, tenían un 27 % y un 23 % menos de riesgo cardiovascular, respectivamente.
La autora del trabajo especifica que cambiar el consumo de alimentos de origen animal, como la carne roja y procesada, huevos, lácteos, aves de corral y mantequilla, por alimentos de origen vegetal, como frutos secos, legumbres, cereales integrales y aceite de oliva, se asocia con una disminución de los problemas cardiovasculares, la diabetes y la mortalidad por todas las causas.
En este sentido, la Fundación Española del Corazón (FEC) recuerda que los embutidos son carne, aunque a veces no nos demos cuenta de ello, y recomienda consumirlos pocas veces entre semana porque elevan el colesterol.
Hay que tener en cuenta que este estudio se centra en los productos de origen animal, pero es bien sabido que no todas las carnes tienen el mismo efecto en la salud.
De hecho, la FEC señala que las personas con problemas de corazón deben restringir, que no suprimir, el consumo de carnes rojas y aumentar el de carnes magras con pocas grasas, como el pollo y el conejo.
En líneas generales, las pautas de alimentación europeas proponen limitar el consumo de carne roja y carne procesada.
Para tomar la cantidad necesaria de proteínas, se recomienda aumentar el consumo de pescado, aves, huevos y proteínas de origen vegetal, como legumbres, cereales o tofu. De hecho, las dietas vegetarianas y veganas, con un alto contenido en frutas y verduras, parecen disminuir el riesgo cardiovascular.
Aunque cada país sugiere un consumo semanal específico de carne roja, casi todos coinciden en que no se deben exceder los 500 gramos a la semana.
Comer mal se asocia con una mayor mortalidad y así lo afirma un estudio publicado en la revista científica The Lancet.
Las dietas pobres en cereales integrales y frutas, y con alto porcentaje de sal, son causantes de una mayor mortalidad relacionada sobre todo con la enfermedad cardiovascular.
Si a eso se le añade una alimentación con alto contenido de carnes rojas, carnes procesadas, bebidas azucaradas y grasas trans, el riesgo de enfermedad cardiovascular aumenta aún más.
Un dato destacado del estudio es que en los hogares con un mayor nivel adquisitivo se come mejor, lo que se traduce en una mejor salud.
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