Algunos estudios demuestran que los hombres que no tienen descendencia mantienen su peso o llegan, incluso, a perder 600 gramos de media. Sin embargo, aquellos hombres que tienen hijos ganan 1,5 kilogramos si no viven con ellos o 2 kilogramos si comparten techo con su descendencia.
El sedentarismo propio de la crianza de los hijos se une con una serie de factores relacionados con la paternidad. Ser padre hace que uno tenga nuevas responsabilidades y no priorice cuidar de sí mismo.
La ciencia explica que la obesidad se produce cuando aumenta el tamaño o cantidad de adipocitos en el organismo de una persona. Cuando una persona aumenta de peso, primero aumenta el tamaño de los adipocitos y, después, su cantidad.
La ciencia ha demostrado que, cuando hablamos de almacenar grasa, hombres y mujeres no somos iguales. El acúmulo, la distribución y la pérdida de grasa están en manos de la genética.
El estado hormonal (andrógenos en hombres y estrógenos en mujeres) condiciona la ganancia de peso. Esta relación entre hormonas y sobrepeso es bidireccional. Se sabe que la obesidad en sí misma produce una reducción de los niveles de testosterona, lo cual contribuye a perpetuar el sobrepeso en varones y sus complicaciones.
La respuesta vuelve a ser negativa. Es cierto que, en las últimas décadas, las relaciones de género están experimentando cambios históricos: las mujeres se han alejado de sus cocinas y de sus casas para estar más presentes en la esfera pública. Al mismo tiempo, los hombres van tomando el gusto por lo gastronómico. Ya son muchos los hogares donde las labores propias de la rutina diaria recaen sobre los dos miembros de la pareja por igual.
Sin embargo, la presión social, el culto a la delgadez y las consecuencias devastadoras que esto produce a nivel psíquico y físico siguen atormentando a un porcentaje muy superior de mujeres que de hombres. Esto contribuye a que el abandono del cuerpo en el caso de los varones tenga menos consecuencias negativas y, por tanto, lo favorece.
La buena noticia es que cada vez hay más presencia de actitudes de autocuidado entre la población masculina.
No de forma relevante. Igual que la localización de grasa almacenada obedece a variables no controlables, la pérdida de grasa sigue las mismas leyes. Sabemos que la grasa abdominal se relaciona con la grasa visceral y con mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, pero no podemos eliminarla de forma selectiva. Los “ejercicios quema grasas” son un mito.
Hacer un abordaje integral del problema es el camino. Aconsejar comer menos y moverse más está caducado. Es un problema multifactorial y la solución ha de ser coherente con ello.
He aquí algunas recomendaciones para que los hombres no se abandonen a la ganancia de peso:
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