¿Dormir la siesta engorda? Es una pregunta que nos hacemos a menudo y un estudio publicado en la revista Obesity ha conseguido darle respuesta: la duración de la siesta influye en el desarrollo de obesidad y del síndrome metabólico.
El estudio analizó los datos de 3.275 personas, el 78 % mujeres, con edades comprendidas entre los 18 y los 65 años y que tenían un índice de masa corporal (IMC) medio de 31,1 kg/m2. El 35 % de los participantes dormían la siesta de forma habitual, más o menos unos cuatro días a la semana, con una duración media de unos 43 minutos.
Los investigadores estudiaron si los diferentes factores del estilo de vida o el tipo de siesta influyen en la relación entre las siestas largas y el riesgo de obesidad, y constataron que esta relación era clara en las personas que fumaban más cigarrillos al día, los que tenían unos horarios de comidas y de sueño más tardíos y los que ingerían una mayor cantidad de calorías en el almuerzo justo antes de la siesta.
Tal y como se recoge en el estudio, las alteraciones en el sistema circadiano, a través de cambios en los ritmos diarios de cortisol, pueden estar involucradas en la relación entre siestas largas y obesidad. Así, se ha demostrado que la respuesta de cortisol al despertar aumenta después de siestas más largas. De esta forma, las alteraciones en el ritmo del cortisol inducen la interrupción circadiana que conduce a la resistencia a la insulina, la obesidad central y al síndrome metabólico.
Además, el aumento de la respuesta de cortisol después de la siesta puede ayudar a explicar que el 42 % de las personas estudiadas tenían hambre al despertar de la siesta.
Otro dato a tener en cuenta es que comer tarde puede aumentar simultáneamente el hambre, disminuir el gasto de energía y modificar las vías metabólicas de los lípidos. Además, las siestas más largas de 30 minutos pueden retrasar la hora de acostarse e influir en el sueño nocturno, lo que se ha asociado con la obesidad general. En el artículo Crononutrición: ¿influye a qué hora comes en tu salud? tienes más datos sobre cómo afecta la hora de las comidas a los procesos metabólicos.
Las siestas cortas después de comer sí que son beneficiosas. Según la Fundación para el Sueño, las pequeñas cabezadas pueden ser reparadoras y ayudan a reducir la fatiga que se va acumulando a lo largo del día. Después de una noche de sueño insuficiente, una siesta puede contrarrestar esa somnolencia diurna.
En general, la mejor duración de la siesta para adultos es de unos 20 minutos, como mucho 30 minutos. Este tiempo permite tener un sueño ligero para aumentar el estado de alerta sin entrar en un sueño profundo.
Si se aumenta el tiempo que se dedica a dormir, cuando una persona se despierta de un sueño profundo puede sentir aturdimiento, lo que empeora la somnolencia diurna. Así que no se aconsejan las siestas que superen la media hora.
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