Las dietas milagro no son exclusivas del verano, di bien es cierto que durante esta época hacen su particular “agosto”.
Estas dietas no tienen una base científica, exageran resultados o propiedades que la mayoría de las veces no están probados y son peligrosas porque, de seguirlas, pueden producir en nosotros una carencia de nutrientes esenciales, vitaminas y minerales necesarios para el buen funcionamiento del organismo.
Hay una serie de características que permiten percatarse de que esa dieta mágica, maravillosa y estupenda es una dieta milagro que va a terminar dando lugar a una infinidad de problemas, siendo muchas veces peor el remedio que la enfermedad.
Esas características que no deben pasar desapercibidas, son las siguientes:
Aunque ya existen multitud de dietas, cada año aparecen nuevas propuestas que prometen grandes pérdidas de peso en poco tiempo. Algunas de las más conocidas son las siguientes:
Estas dietas se basan en el consumo únicamente de un alimento.
¡Quién no ha oído hablar de la dieta de la alcachofa o de la piña!
Se trata de dietas que pueden alterar el funcionamiento del aparato digestivo y provocan desnutrición, pues el cuerpo deja de recibir buena parte de los nutrientes que necesita.
Se basan en comer principalmente alimentos con fibra y limitar el consumo de proteínas y grasas. Esto se traduce básicamente en comer cereales (y derivados lógicamente) y legumbres, suprimiendo alimentos de origen animal, frutas y verduras.
El resultado es una peligrosa disminución de nutrientes fundamentales: vitaminas (principalmente vitamina E y algunas del grupo B), ciertos minerales y ácidos grasos del tipo w-3.
Son dietas que aportan entre 1000 y 1500 Kcal al día. Una alimentación basada en esta dieta es peligrosa, pues provoca una deficiencia de vitaminas y minerales, que se traduce en mareos, sequedad de piel y malestar general.
Consisten en no mezclar diferentes tipos de alimentos, es decir, tomar hidratos de carbono y proteínas en diferentes tomas, pero nunca juntos.
Estas dietas parten de una idea que es falsa: el organismo no digiere al mismo tiempo hidratos de carbono y proteínas.
Producen adelgazamientos rápidos, pues muchas de ellas son hipocalóricas y algunas no incluyen los hidratos de carbono.
Las dietas que no contienen dichos hidratos de carbono favorecen un problema que en la persona obesa o con sobrepeso no existe: la denominada cetosis, consistente en que el cuerpo utiliza las grasas para obtener energía, cuando lo correcto es que dicha energía proceda de los hidratos de carbono.
Evidentemente esto se asocia a desequilibrios y problemas de salud diversos.
Todas estas dietas suponen un riesgo para la salud, con una obsesión exagerada por el peso y con posibles problemas de anorexia y bulimia.
Por si esto no fuese suficiente, también tiende a aparecer:
Para que una dieta no suponga riesgos para la salud y además sea efectiva, debe cumplir toda una serie de requisitos, debiendo ser supervisada por un experto y estando adaptada a las condiciones de salud de cada persona en particular.
Es fundamental que la pérdida de peso sea gradual, pero es aún más importante que la persona se acostumbre a llevar una dieta saludable, de la que desaparezcan alimentos poco adecuados como los precocinados y otros similares.
No hay que dejarse llevar por modas. Lo aconsejable es ponerse en manos de un profesional que hará un estudio para conseguir una pérdida de peso correcta, controlada y adaptada a las condiciones de salud de cada cual.
Las dietas milagro sólo son un reclamo comercial más, con el agravante de que hacen peligrar la salud de quienes las siguen.
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