Comer rápido está directamente relacionado con un mayor riesgo de sobrepeso y de otros factores de riesgo cardiometabólico, según una investigación realizada por el área de Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición del Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEROBN), dependiente del Instituto de Salud Carlos III, de Madrid.
Esta investigación, que forma parte del proyecto multicéntrico CORALS y ha sido publicada en The Journal of Pediatrics, contó con la participación de 956 niños y niñas en los que se evaluó la asociación entre comer rápido las comidas principales (desayuno, comida y cena) y la adherencia a la dieta mediterránea, el riesgo de sobrepeso y obesidad, más adiposidad, mayores niveles de tensión arterial, y otros factores de riesgo cardiometabólico, como por ejemplo niveles altos de colesterol, triglicéridos y glucosa en ayunas.
Según los investigadores, comer rápido podría asociarse al consumo de alimentos menos saludables, como los ultraprocesados y ricos en azúcares y grasas saturadas, que elevan el riesgo de obesidad, y de sufrir alteraciones en el sistema cardiometabólico.
Este estudio se une a otros que han demostrado la relación entre comer despacio y aumentar los ciclos de masticación con una mejora en la señal de saciedad, un menor consumo de calorías y menos adiposidad en distintos grupos de población, como por ejemplo en pacientes con diabetes, mientras que comer más rápido se relaciona con un mayor índice de masa corporal y riesgo de obesidad.
En España, se estima que el 41 % de los niños de entre 6 y 9 años presentan sobrepeso u obesidad, un trastorno en el que interactúan factores genéticos y ambientales, como los hábitos nutricionales, el estilo de vida, el sedentarismo, la situación socioeconómica o la inestabilidad emocional y psicológica, entre otros.
En cuanto a los factores genéticos, en los últimos años se han identificado numerosos genes relacionados con la obesidad que codifican péptidos implicados en la transmisión de las señales de hambre y saciedad, en el crecimiento y diferenciación de los adipocitos o en el control del gasto energético. La obesidad monogénica, en la que solo participa un gen, representa tan solo el 5 % del total, mientras que en el 95 % participan mutaciones en múltiples genes. Uno de los genes que parece influir más claramente en el desarrollo de obesidad infantil es el gen FTO, que favorece la ganancia de peso en las personas en las que está sobreexpresado.
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