La rosácea es una enfermedad crónica de la piel que afecta generalmente a las áreas centrales de la cara (frente, nariz, mejillas) y aparece, sobre todo, a partir de los 30 años. En nuestro entorno, esta patología afecta a un 10% de la población, representando aproximadamente el 3-5% de las consultas dermatológicas, aunque probablemente esté infradiagnosticada.
En los casos leves de rosácea suele evidenciarse una tendencia al enrojecimiento facial -rubefacción–, inicialmente transitorio y posteriormente permanente, con aparición de pequeñas venas dilatadas en las mejillas (telangiectasias o cuperosis).
En casos más severos, surgirán lesiones que simulan el acné, con granos rojos o incluso con pus. En algunas personas puede observarse incluso un engrosamiento cutáneo de determinadas áreas de la cara, especialmente la nariz, denominándose a esta alteración rinofima.
Las personas con rosácea generalmente presentan episodios frecuentes y repentinos de enrojecimiento facial desencadenados por múltiples estímulos, tanto psíquicos (vergüenza, nerviosismo, etc.) como físicos (cambios de temperatura, ejercicio físico, exposición al sol). En una etapa más avanzada suelen aparecer granos, predominantemente en los pómulos pero también en la frente, nariz y barbilla.
Se dan una serie de factores que incrementan la frecuencia e intensidad de los episodios de enrojecimiento y el cuadro asociado de rosácea. Entre ellos se encuentran:
En el diagnóstico de rosácea no se utiliza ninguna prueba específica, y el especialista se basa en los síntomas y la información proveniente de la historia clínica. En este sentido y en función de la clase de rosácea que padece el paciente se establecerá el tratamiento, que suele consistir en la administración de antibióticos tópicos u orales, que generalmente conllevan una respuesta satisfactoria. La duración del tratamiento requerido dependerá de cada paciente y lo establecerá el dermatólogo para controlar los síntomas y evitar recaídas.
Una vez diagnosticada la enfermedad y pautado el tratamiento por parte del dermatólogo, te ayudará tener a mano especialistas como el farmacéutico que te ayuden en su cuidado y control. Para ello la farmacia es lugar perfecto para a mantener a raya la rosácea y recibir el mejor de los dermoconsejos…
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