La dermatitis atópica es un trastorno dermatológico que se manifiesta con más frecuencia en la infancia, aunque también suele darse en adolescentes y adultos. Los brotes de dermatitis atópica pueden ser muy molestos, pero con el cuidado adecuado es posible controlarlos y reducir su frecuencia.
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que cursa en forma de brotes recurrentes. Su desarrollo está relacionado con factores genéticos, la disfunción de la barrera cutánea e inmunitaria, y diversos desencadenantes ambientales.
Un brote de dermatitis atópica suele comenzar con picor intenso, seguido de enrojecimiento y lesiones en la piel que varían según la etapa de la vida. En los lactantes, las erupciones pueden aparecer en la cara, especialmente en las mejillas, respetando la zona alrededor de los ojos, nariz y boca, además del cuero cabelludo. En niños más mayores, estas lesiones se concentran en los pliegues del cuello, codos y rodillas, mientras que los brotes de dermatitis atópica en adultos tienden a localizarse de manera más heterogénea, afectando con frecuencia los párpados.
La dermatitis atópica es fácilmente identificable por su evolución cíclica, alternando periodos de remisión y brotes. Los síntomas iniciales suelen incluir piel seca, roja, inflamada y con descamación. Durante los brotes, estas lesiones pueden presentar exudación o pequeñas vesículas, debido al rascado continuo, intensificado por un picor persistente que puede agravarse con factores como el aire seco, el sudor, el estrés emocional o el contacto con ciertos tejidos.
A medida que la enfermedad avanza, las características de las lesiones cambian. Los brotes de dermatitis atópica en niños se caracterizan por lesiones húmedas, con exudación y formación de vesículas, mientras que en adultos son frecuentes las placas secas, engrosadas y con fisuras, reflejo de un eccema crónico. La fricción constante causada por el rascado conduce a la liquenificación, un engrosamiento visible de la piel con pliegues más marcados.
La duración de los brotes de dermatitis atópica es variable. En algunas personas pueden durar unos pocos días o semanas, mientras que en otras se pueden prolongar durante años.
Para minimizar los brotes de piel atópica y cuidar la piel sensible, es importante adoptar ciertas medidas en el día a día:
La dermatitis atópica se trata en función de la gravedad de los síntomas, utilizando desde cremas tópicas hasta medicamentos orales en casos más graves. Aquí tienes un resumen de las opciones más frecuentes:
Hidratación diaria: aplicar con frecuencia emolientes formulados para piel atópica ayuda a mantener la piel protegida y evitar recaídas.
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