Lo primero que debes saber es que el asma constituye la enfermedad crónica más habitual en la infancia, de hecho afecta al 10% de los niños en edad escolar, según datos de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). Una de las claves de su tratamiento es su control. Para ello, abordamos en este artículo cinco puntos clave a tener en cuenta.
El asma es una enfermedad crónica que afecta a los bronquios. Diversos factores hacen que los bronquios se inflamen y se estrechen dificultando el paso del aire hacia los pulmones. Los síntomas de asma son variables y debes reconocerlos. Cuando se presenta una crisis de asma, los síntomas principales son la tos, pitidos que salen del pecho y sensación de ahogo. A veces sólo se da alguno de ellos y otras veces puede aparecer dolor de pecho o sensación de fatiga.
El asma se sospecha por los síntomas y en los niños mayores se puede confirmar con pruebas de función pulmonar como la espirometría. Las pruebas de alergia se hacen para descartar o confirmar alergias asociadas que estén provocando esta sintomatología. El pediatra aconsejará el momento apropiado para hacerlas.
El asma se puede desencadenar por varias causas. Los desencadenantes principales son la exposición a alérgenos (ácaros, pólenes, hongos, pelo de animales) y los virus respiratorios. La exposición al humo del tabaco, la contaminación o irritantes químicos son otros factores que provocan asma y la pueden empeorar.
Durante una crisis asmática, el niño manifiesta dificultad para respirar, opresión en el pecho y tos, acompañadas de forma característica de sibilancias. Sin embargo, no todas las crisis asmáticas causan sibilancias. El asma leve, especialmente en los niños muy pequeños, puede manifestarse únicamente con accesos de tos.
En una crisis grave, la respiración se vuelve visiblemente difícil, las sibilancias por lo general se vuelven audibles, el niño respira más rápido y con mayor esfuerzo y se le notan las costillas al inspirar.
Utiliza el plan de tratamiento prescrito por el pediatra y personalizado para cada niño,. Te indicará claramente los desencadenantes a evitar, los broncodilatadores a tomar en caso de síntomas y el tratamiento de control a seguir para controlar el asma a largo plazo.
Conocer la enfermedad implica también aprender a vivir con ella. Esto conlleva una serie de medidas eficaces para prevenir las crisis asmáticas:
1. El asma es una de las enfermedades crónicas más frecuentes durante la infancia. Conforme el niño va creciendo, esta enfermedad puede ir mejorando hasta llegar incluso a desaparecer. Si el asma infantil es de origen alérgico, tiene tendencia a persistir durante más tiempo, aunque también puede mejorar con tratamiento preventivo. La evolución del asma a lo largo de la vida del individuo no es fácil de predecir.
2. El asma no es una enfermedad contagiosa. Sin embargo, las infecciones respiratorias virales (como el resfriado común y la gripe) suelen provocar un empeoramiento o crisis en los pacientes asmáticos. Las causas del asma suelen ser diversas, incluidas las alergias, pero no se transmiten entre individuos.
3. Los niños con asma deben practicar deporte ya que ayuda a mejorar la salud general y el control del asma en particular, lo que resulta positivo para su enfermedad. Además, les permite tener una buena condición física y un peso adecuado.
4. El asma se controla con mayor frecuencia con corticoides inhalados en dosis bajas, que pueden utilizarse durante mucho tiempo (meses o años) sin efectos adversos apreciables. Existen otros medicamentos que ayudan a controlar el asma sin tener que aumentar las dosis de corticoides inhalados. El pediatra alergólogo valorará una serie de factores, como la intensidad de los síntomas, su frecuencia y duración, entre otros; que determinan la conveniencia o no del tratamiento preventivo.
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